El nudo de la corbata
Adoro las corbatas. Las utilizo desde el principio de mi carrera profesional, hará ahora unos 14 años. Con el tiempo aprendí a hacerle el nudo en casi todas las condiciones imaginables: dormido, sentado en el coche, sin espejo e incluso hablando por teléfono... No siempre consigo el nudo a la primera, pero no salgo de casa con la corbata mal puesta, torcida o que no esté en la longitud ideal.
Hacerle el nudo a la corbata no es demasiado difícil, es más, con un poco de práctica se aprenden aquellos dos o tres nudos que podemos usar según el tipo de corbata o la ocasión.
Hará un par de años, en una reunión con los directivos de una empresa familiar con casi medio siglo de historia, no pude evitar fijarme en lo mal que había anudado su corbata el propietario de la sociedad. Nudo pequeño y torcido que daba paso a una corbata demasiado larga.
Nada del otro mundo, al fin y al cabo cada uno le hace el nudo a la corbata como quiere...
Centramos nuestra conversación en lo que nuestra sociedad podría colaborar con la suya, en lo que hacemos y para que clientes, intentando valorar si existía algún punto de contacto desde el que podríamos entablar una relación de negocios. El director de tecnologías de la información, hombre sensato y pragmático de unos 40 años, iba asintiendo y participando en la charla, aportando sus puntos de vista, en una reunión distendida.
Así lo fue, hasta que el propietario decidió que la reunión había durado lo suficiente, y nos congedó, de buena manera, diciendo que no había proyectos para nosotros. Simplemente porque no hay en la tierra mejor consultor que él mismo. "En mi empresa yo se lo que tengo que hacer", decía su discurso, "llevo muchos años aquí y en este sector, desde antes de que tu nacieras".
Hace unos días me enteré que su empresa, por culpa de la crisis, está en suspensión de pagos.
No pude evitar pensar en el propietario, quién seguramente se hace el nudo a la corbata desde antes de que yo naciera.